Elecciones medievales

Esta historia transcurre en la edad media, en alguna aldea europea supongo. Por el tamaño de la aldea tranquilamente podría ser una historia contemporánea pero los oscuros sucesos sólo pueden transcurrir en el indigno Medioevo. Un señor feudal autoproclamado rey del territorio, su hijo Demócroto y dos mujeres candidatas a princesas, Victoria y Dignidad, son sus personajes principales.

El tiempo, el maldito tiempo obstinado en transcurrir, pasaba y pasaba comiéndose poco a poco los días del Rey República. 
Esto provocaba en la aldea cierta incertidumbre de no saber cómo serían los días una vez que República no se encuentre en el reino de los mortales. República se estaba consumiendo por una terrible enfermedad que los brujos de la aldea llamaron Codicia de poder. La enfermedad, invisible en sus comienzos, fue haciéndose palpable a pasos agigantados. Al norte de la aldea, sus socios comerciales no sabían con qué podrían encontrarse para negociar una vez que el rey dejara el trono; al sur de la misma, los campesinos y artesanos temían que les cambiaran sus condiciones de trabajo y ya sabían por experiencia que los cambios en la época en que vivían siempre eran en perjuicio de ellos.

Repúblicaal al saber que su final se avecinaba avisó a su hijo Demócroto que debía hacerse cargo del reino. Para ello era sumamente necesario que concibiera matrimonio. El tema era que Demócroto, gustaba de andar teniendo amoríos por el norte y por el sur. En el norte, solía pasear con Victoria, una hermosa dama proveniente de una familia adinerada socia de su padre en diversos negocios; tenía ojos claros, tez blanca y un cabello de un color claro muy similar a lo que hoy en día conocemos como rubio. En el sur, gustaba de estar acompañado por Dignidad, una morena de ojos negros y carnes firmes que tenía fama de ser muy pasional; provenía de una familia de trabajadores y tenía un gran sentimiento de pertenencia con la gente de su clase. Demócroto las amaba a ambas: Amaba el proyecto de vida que imaginaba junto a Victoria, disfrutando de caros placeres, presentándola en reuniones sociales presumiendo su belleza y adorando los silencios adherentes de la ella cuando él se dispusiera a formular alguna idea. Aunque a su vez, estaba profundamente enamorado del goce genuino que le generaba estar con Dignidad, con la belleza envidiable que ella generaba en la gente de la clase alta y en también se imaginaba dichoso al proyectar las discusiones que ella podría tener en el palacio defendiendo sus inamovibles ideales.

Demócroto no sabía qué hacer. Simplemente, en el momento en que su padre le exigió una decisión, no supo qué contestar. El Rey República sabía perfectamente lo que quería, pero amaba tanto a su hijo que no quería imponerle una sentencia. De esa forma, dio lugar a su inventiva y, apoyándose en algún libro griego que leyó alguna vez, dictaminó que lo que debía realizarse era una encuesta, una especie de elección popular. En definitiva era la gente de la aldea la que vería sus vidas afectadas una vez que Demócroto y su flamante esposa ocuparan el trono. Por lo tanto, de alguna forma medieval que imagino distante a las ilustradas costumbres contemporáneas se dispuso a llamar a elecciones.

Él y su hijo recorrerían de punta a punta la aldea preguntando a cada persona a cuál de las dos damas prefería: Victoria o Dignidad. La gente debía quedarse quieta en su casa aguardando el momento preciso de responder. El camino sería realizado de norte a sur dado que según las propias palabras de rey “siempre es más fácil ir hacia abajo”. Demócroto se mostró satisfecho con la decisión dado que un sentimiento oculto en su interior empezaba a adueñarse de su parte más sentimental y empezaba a inclinarse por Dignidad y en la zona sur de la que ella es proveniente habitaba más gente que en la zona norte.

Los primeros votos fueron para Victoria. Su familia, ubicada lo más al norte posible de la aldea, era la primera en participar del sufragio. El señor Ganancias, padre de Victoria, presumió de las virtudes de su hija y haciendo un guiño al rey le preguntó: “¿Cuánto vale este voto?” -. El rey República rápido, astuto, y por sobre todo siempre justo respondió: “Cada voto vale uno, todos los votos valen por igual”-. No contentó esto a la familia Ganancias pero totalmente acostumbrados a vencer de una forma u otra se mostraron optimistas respecto del futuro resultado.

El triunfo de Victoria era avasallante en ese promisorio comienzo. Solamente a medida que se acercaron a la zona del centro empezaron a aparecer algunos votos aislados en favor de Dignidad. La cara de Demócroto empezó voto a voto momento a transfigurarse. Es cierto que en un principio amaba a ambas pero el sólo hecho de ponerlas en disputa le hizo tomar partido y su corazón que como dijimos lentamente se fue volcando a Dignidad, para esta altura ya había tomado partido por completo. Al adentrarse en la zona sur los votos se emparejaron aunque la distancia entre los obtenidos por la norteña y por la sureña no sufría sobresaltos.

Sin embargo, el sufragio llevado a cabo en la choza de una familia sureña instalada no muy lejos del centro de la aldea atentó contra la esperanza naciente en Demócroto. En dicho establecimiento vivía la familia Laboriosa: señor y señora, por supuesto estamos en el medioevo. Esta familia era muy amiga de la familia de Dignidad, de hecho Demócroto había compartido muchas tertulias con ellos. Ambos representantes del domicilio votaron sin dudar un instante por la candidata menos pensada: Victoria. Al ver esta reacción, Demócroto no aguantó su curiosidad y preguntó: “Ustedes son amigos de Dignidad, ¿qué cosa lleva a que elijan a Victoria?”-. Demócroto temía que esta familia haya sido sobornada y muy a pesar de la cara de enojo de su padre debido a la intromisión de cuestionar un voto se atrevió a formular aquella pregunta. Su duda no era para nada ilógica, la acaudalada familia Ganancias podría estarse aprovechando de las necesidades de aquella gente para torcer su voluntad. La respuesta fue para él aún más rara que la elección: “no tenemos nada contra Dignidad pero Cara Sonriente vive hablando maravillas acerca de la preciosura de Victoria. La mereces a ella Demócroto, es más que cualquiera de nosotros”-.

Cara Sonriente era un famoso actor teatral. La comedia era su fuerte y su público predilecto era la gente del sur dado que al ser mayor en número que la del norte le propinaba mayores ganancias y principalmente mayor popularidad. Provenía de una familia del sur pero el buen pasar provocado por su arte lo situó en aquél entonces hospedado en la zona norte de la aldea. Ya había votado pero su elección no era realmente importante sino que lo realmente trascendental era la formación de ideas que transmitían sus actos. Solía burlaba de sí mismo, de sus orígenes, de su público; reírse de las tragedias propias ya era en aquél entonces una costumbre propia de las personas con buen sentido del humor. A su vez, también se reía de las personas del norte, de sus costumbres elitistas, de sus formas, en este caso, la gracia del acto era que reía admirándolas, no por otra cosa había decidido irse a vivir entre ellas. Sus actos los daba en el centro de la aldea, allí en donde se realizaba el comercio y en donde se podría llegar a decir estaba el mayor conglomerado de personas. De todos lados llegaban a realizar sus compras y pagar sus tributos. Claro que mientras más lejos estaba una persona de dicha zona, menor era la frecuencia en el lugar. La familia Laboriosa estaba cerca del mencionado lugar y, por lo tanto, la influencia de Demócroto en sus vidas era muy considerable.

No obstante, luego de terminar de censar allí, República y Demócroto siguieron juntos su camino hacia el sur. Las calles se fueron empantanando, las chozas cada vez más precarias los iban recibiendo de a una por vez. El cansancio de los poderosos encuestadores era visible y más allá de las condiciones sociales cada vez más dificultosas fueron siempre convidados con diferentes manjares. Esto llamaba la atención al rey que poco frecuentaba aquella zona pero hacía sentir familiar al joven príncipe dado que era habitué por aquellos pagos. El calor de la gente para con él iba incrementándose a medida que avanzaban y la diferencia entre una y otra candidata se iba achicando.

Thomas Edison vivió en el siglo XIX, de modo que en el día en que transcurre esta historia estaba aún muy lejos de inventar la luz eléctrica. A cada minuto que pasaba la noche se robaba un trozo de luz solar. El camino se hacía poco a poco más dificultoso y el frío invernal se tornaba a casa paso más presente. La distancia de votos era muy pequeña cuando el justo rey República dijo: “no doy más, basta de contar votos. Ya quedan pocas chozas.. Hasta acá llegamos.”-. Demócroto se indignó porque sabía que aquellos hogares podrían llegar a cambiar el curso de la historia y acusó a su padre: “no es justo, debemos encuestar a todos. Podría cambiar el resultado”-. “No me vengas a hablar a mí de justicia, soy el rey más transparente, podría haber impuesto mi decisión y establecí esta elección” – Retrucó República sagazmente. Demócroto observó el cansancio de su padre, lo vio como nunca antes afectado por su creciente enfermedad y accedió a terminar el recuento; luego agregó: “terminaremos mañana padre, vamos a descansar”-. El rey República lo abrazó y caminaron juntos, acarició su cabeza y totalmente aplacado por su situación clínica se impuso: “La gente no puede esperar una noche, debemos dar la respuesta ahora mismo. Eso es parte del liderazgo, ha ganado la bella Victoria”-.

Demócroto se sintió destruido. República había impuesto su objetiva verdad. Verdad a medias pero verdad al fin. Cara Sonriente haría un gracioso monólogo contando los vaivenes de aquella tarde y todos brindarían por la blonda Victoria. Se legitimaría rápidamente y no importaría que con el correr de los días comenzara a trascender el abrupto e inescrupuloso final. Dignidad terminó desaparecida. En realidad, al momento de enterarse cómo iba a realizarse la decisión de la mujer del futuro rey decidió marcharse dado que no avalaría ser tratada como una mercancía. De haber sido consultada se habría negado a tamaña bajeza y habría mandado al demonio a Demócroto por avalar dicho accionar. No habría sido parte, era digna de su nombre. Esta forma de pensar hubiera enamorado a Demócroto dado que era totalmente avanzada para la época medieval; incluso sería avanzada para algunos sectores de nuestra época. Demócroto se enteraría al otro día de que Dignidad se había marchado mientras se desarrollaba el sufragio. Dignidad era así, estaba siempre un paso adelante. Femenina, luchadora, demostraba ser mucho más que aquellos dos hombres que habían decidido disputarla a esa especie de partida. No obstante, seguiría pensando en Demócroto, su amor por ese nombre era fuerte y solía decir que su destino estaba ligado con el de él.


Las historias deben tener un punto final pero si existiese una segunda parte con final Hollywoodense, Dignidad volvería y Demócroto resurgiría de las cenizas en que lo dejó el rey República y su Victoria. 

Lamentablemente, ésta es una historia de elecciones medievales.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Preguntame

El loco del cigarrillo