Ahora tiro yo - Novela de Sebastian Pujol

Fui siguiendo el proceso de escritura casi paso a paso. De repente me tocaba leer dos o tres capítulos juntos y luego esperar unas semanas para la llegada del próximo. Lo disfruté como a aquellos viejos folletines que llegaban capítulo a capítulo; supuesta mente debía ayudar con alguna corrección y por qué no con alguna idea, pero sólo lo seguí como Valdano a Diego en el gol a los ingleses, llevándome alguna inútil marca.

Conocí así, varios vaivenes del proceso de escritura que quedaran guardados en lo recóndito de mi memoria. Cada vez que terminé de leer un capítulo me llené de ansiedad por la llegada del siguiente. En ocasiones se tardaba apenas unos días, en otras quizás pasaba algún mes. En esos primeros capítulos deseaba seguir conociendo el avance de la historia pero luego más entrado en la trama también empecé a sentir la adrenalina de encontrar el final, el cierre, la culminación del objetivo, y por qué no, del sueño.

A menudo como si fuera propiedad mía, fui sintiendo los nervios de que la trama avanzara bien, de que todo cierre, de que no queden cabos sueltos, de que entretenga. Por suerte no era eso tarea mía y sólo me limitaba a alentar desde la tribuna: dale, dale, apretá carajo, meté. Y metió como loco.

La alegría de enterarme de que se iba a publicar es difícil de precisar. Sé lo que luchó, lo que insistió y lo que investigó. Todo el grupo de amigos vivió una sensación de victoria. De esas victorias que sabemos inevitables, que todos sabemos que llegarán pero no podemos precisar cuándo.

El día anterior a la presentación en Espiche, con la gente de la editorial Peces de Ciudad, me hizo sentir partícipe aunque eso fuera totalmente innecesario. Me pidió unas palabras para decir en el lugar, seguramente para compartir la carga del cagazo que le generaba hablar en público, así como Frodo tenía un cagazo tremendo de ir a Mordor y se lo llevó a Sam casi al pedo.

Por lo tanto, tuve que apurar unas palabras que quiero dejar aquí escritas:

¿Qué es la utopía? - Le preguntaron a Galeano y para ejemplificar dijo que la utopía está en el horizonte: uno camina un paso y ella se aleja dos, uno camina dos pasos y ella se aleja cuatro. Entonces ¿para qué sirve? para eso, para caminar - Respondió. 
Los sueños tienen mucho de utopía; inalcanzables e inabordables. Si despiertos decidimos obviarlos, aguardarán el momento de encontrarnos dormidos. 
La sabiduría popular indica que un hombre debe hacer tres cosas en la vida: Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. 
Aquí estamos hoy, peces de ciudad, en este estanque de cemento, viendo como por fin le toca el turno a uno de los nuestros. 
Su pequeña hija Julia, aún sin entender observa desde el público. El árbol por su parte, no fue ni será árbol, es y será siempre un pequeño grupo de flores. Flores que florecerán y perdurarán por siempre porque fueron plantadas un 24 de Mayo con las semillas de nuestros hermanos desaparecidos, esos por los que aún no nos han vencido. 
Hoy en este lugar de buena cerveza, culmina el proceso. Le llegó el turno al libro. Una novela policial, bien de barrio, bien argenta y bien porteña; del grupo de Boedo si se me permite. Impecable ópera prima, llega como el sueño cumplido, como el objetivo alcanzado.
Sin embargo, no será este un final, no encontrarán colorín colorado; porque a este lugar volveremos, como a tantos otros compañeros, a este lugar volveremos. 
Ahora tiro yo es un punto de partida. La campana todavía no sonó y el horizonte nos sigue duplicando en pasos. 

Simplemente quiero dejarlas para que no se pierdan, no por una cuestión literaria, ni para que sean trasmitidas como algún tipo de cultura; sólo por la cuestión emocional que para mí, y para varios de los que asistimos, representan.

El libro pueden conseguirlo a través de la editorial Peces de ciudad (https://www.facebook.com/pecesdeciudadediciones/). Si hasta acá llegaron leyendo estas precarias palabras mías, no pueden perderse las geniales combinaciones narrativas de Seba. La novela ya es de lectura obligatoria.

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